A mediados de octubre
los medios de comunicación anunciaban la aparición del cánido en territorio
madrileño. Ya en 2012 la Asociación Naturalista Carpetania grabó las andanzas
de siete ejemplares, desde entonces, según aseguraban, había habido varios
avistamientos, aunque se pensaba que el lobo no estaba totalmente establecido.
Sin embargo, parece que ha venido para quedarse. Hemos decidido interesarnos por
su situación actual en la sierra madrileña y la potencialidad del medio para
albergar futuras poblaciones.
11/3/2015 | Texto: Eduardo Pompa.
A lo largo de los años
han corrido auténticos ríos de tinta sobre el lobo y su ancestral
enfrentamiento con el hombre. Enfrentamiento, que casi se salda con la total
desaparición del cánido en nuestra Península Ibérica. A día de hoy, gracias a
su protección y la prohibición de su caza en ciertas zonas, unida a otros
factores no menos importantes, han permitido multiplicar las poblaciones
loberas llevándolas a colonizar zonas de nuestra geografía en las que hacía
décadas que brillaban por su ausencia.
En la capital española,
el lobo se extinguió en los años cuarenta. Bien es verdad que en 2007 eran
varios los vecinos, ganaderos, cazadores y otros, quienes aseguraban haberlo
visto en territorios de la capital española. Parecía que alguna manada
realizaba alguna que otra incursión, pero no fue, como comentábamos, hasta 2012
cuando pudieron grabarse en vídeo siete ejemplares: dos adultos, un subadulto y
cuatro cachorros en el Valle madrileño del Lozoya. Dichas imágenes, demostraron
que por primera vez en 70 años, el lobo se había reproducido en Madrid. Lo que no
estaba constatado es que el Canis lupus se hubiera establecido. Ni
siquiera la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio tenía
constancia de la existencia de este grupo en ese entorno.
Técnicos de la
administración decidieron instalar cámaras de fototrampeo para intentar obtener
pruebas concluyentes y saber si realmente, nuestro amigo el lobo, había
decidido venir, pero esta vez para quedarse. Y así obtuvieron los vídeos
publicados el pasado mes de octubre en los que pueden verse dos machos, una
hembra y tres lobeznos del año. Los nuevos avistamientos de la manada con sus crías
no deja lugar a dudas: los cánidos están a sus anchas en la zona y han
escogido este territorio para vivir.
Estamos de enhorabuena,
pensé al ver la noticia, sin embargo, mi alegría se veía empañada tras leer las
declaraciones del actual Consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid
Borja Sarasola: “Podemos decir que el lobo ya es una parte más del Parque
Nacional de la Sierra de Guadarrama” “"Son indicadores de que la Comunidad
tiene una biodiversidad extraordinaria y está consiguiendo que especies que ya
no podían vivir en una zona tan densamente urbana como Madrid vuelvan a
hacerlo. La llegada del lobo en Madrid es una expresión de que hemos llegado a
un punto de máxima protección de los espacios naturales" Estamos de
acuerdo en que hemos llegado a un punto de máxima protección en la zona del
Parque Nacional (y tanto, de todos es conocida la absurda política a seguir en
este tipo de Parques no estando permitida la caza deportiva), pero de ahí, a
que ello haya influido en la vuelta del lobo a Madrid hay un abismo. Sobre todo
si tenemos en cuenta que los lobos, ya merodeaban por la capital madrileña mucho
antes de declararse el nuevo Parque Nacional.
El actual Consejero,
añadía: "Quiero hacer un llamamiento a los ganaderos y los que puedan
tener cierta preocupación por la reintroducción de esta especie en la
región" De momento, son sólo pocos ejemplares, o eso es lo que parece, por
lo que ha lanzado un mensaje de "tranquilidad" a los ganaderos ya
que, según indicaba el titular regional de Medio Ambiente, "no tienen
ninguna necesidad de ir a las cabañas ganaderas porque tienen su alimento en el
Parque Nacional". Creo que Sarasola desconoce la biología del lobo
ibérico, quien prefiere atacar una oveja o un ternero antes que un jabalí o un
corzo, animales mucho más esquivos para él. De todos modos no hay por qué
alarmarse. Lo único que debe hacer es cerciorarse de que una vez comiencen a
producirse nuevos daños a la cabaña ganadera (no es un caso hipotético, ya el
año pasado gastaron 6000 euros en compensar ataques de lobos a ovejas en la
capital española), lo hagan de una manera rápida y eficaz, o por el contrario,
como lamentablemente ha pasado y pasa en otras Comunidades Autónomas, serán los
propios ganaderos quienes, cansados de esperar meses e incluso años el ingreso
de la correspondiente indemnización, tomen la justicia por su mano.
El testimonio de cazadores y ganaderos:
Javier del Pozo
pertenece a la Sociedad de Cazadores de Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias (LONASI),
municipios situados en el madrileño Valle del Lozoya. Cuando le preguntamos por
el lobo responde con sinceridad: “No es raro verlos. Desde hace algunos años es
muy normal que algunos se vean durante las batidas de jabalí de los pueblos de
la zona. Aunque existe un cierto recelo a decir las zonas donde se suelen ver”.
Él ha sido quien nos ha puesto en contacto con su tío José Antonio Hernanz,
alcalde de Lozoyuela, quien nos cuenta su primer encuentro con el lobo: “Fue
hace ya unos tres años. Recuerdo que fue uno de los últimos jueves de mes que
permitimos ir a la menor. Estaba cazando con mis perros y noté un extraño
comportamiento en ellos. De repente, algo más alejado, vi un animal parecido a
un zorro que huía de la zona en la que yo me encontraba y una vez se alejó unas
decenas de metros, giró y se quedó parado en lo alto de una piedra, mirándome.
Fue cuando me di cuenta que realmente era un lobo. Además vino a mi cabeza el
recuerdo del daño que sufrió un pastor del pueblo, al que días antes habían
matado algunas ovejas.”
El ganadero del que nos
habla el Alcalde se llama José Manuel Rodríguez, el cual nos relata cómo fueron
los primeros ataques “Hace ya unos tres años encontré varias ovejas muertas. No
sabía qué podía ser. Cada noche me mataba 6 o 7. Al final tuve que encerrarlas
diariamente. Si no, no me deja una”. Le pregunto si denunció los hechos y si
está seguro que era el lobo. Me asegura haberlos visto, pero no llegó a
denunciar. Solucionó el problema encerrándolas cada noche. Me habla de muchos
otros ganaderos cuyos terneros u ovejas han sufrido ataques: “Si quiere le doy
el teléfono de Ángel de Paredes de Buitrago, o de otro chico de Oteruelo, que
también te puede contar algo”. Parece que los ataques no son algo esporádico.
Llamo a Ángel García. Se desahoga conmigo contándome los ataques que ha sufrido
y el malestar provocado por la falta de eficacia de la Administración: “Tengo
puestas siete denuncias por ataques de lobo al ganado. Y aunque he llegado a
cobrar los animales en casi todas las ocasiones, hemos recibido el dinero casi
un año después. Yo como todos los días ¿sabe? Además me exigen sacar un seguro.
Como yo digo: si tengo que pagar un seguro, pagar a Hacienda, alimentar a los
animales, etc. para que luego el lobo los mate y no cobrar hasta pasado un año.
¿De qué vivo yo ese año?”
No es un caso aislado.
A la par que voy hablando con ganaderos, alcaldes y cazadores de la zona, ellos
mismos me ofrecen el teléfono de muchos otros. Hablo por último con Rufino Ruiz
González del municipio de Lozoya. “He recibido ataques al ganado en 2009, 2010
y 2011. En 2010 me mataron 25 ovejas”. Cuando le pregunto cómo sabía que eran
lobos y no perros asilvestrados u otros, ríe y asegura: “Mire usted. El lobo me
mataba las ovejas ¡delante mío! Esto que le voy a contar ya se lo dije a los de
Madrid (se refiere a los Técnicos de la Administración): Era uno más grande y
otro más chico. Bajaban del monte al rebaño a diario y me las mataban y se las
llevaban delante mía. Yo les daba voces y les intentaba asustar con una vara,
pero no había manera. Ahora he tenido que criar tres mastines, que me cuestan
un dinero mantenerlos, ¿sabe?” Para corroborar las afirmaciones de Ángel, el
ganadero de Paredes, le pregunto a Rufino si ha recibido algún dinero por esos
ataques. “Casi todos hemos cobrado. El problema es que nos exigen tener un
seguro y declarar el daño antes de 48 horas. No sé si usted sabe algo de campo,
pero ya le digo yo que con las ovejas es más sencillo, pero si le matan un
ternero de una vaca que anda en la sierra igual no te das cuenta hasta pasados
unos días y es probable que no encuentres ni el ternero siquiera. ¿Cómo quieren
que estemos contentos si son pérdidas por todos lados?” Su compañero Victorio
también ha sufrido ataques a terneros.
Como comentamos aún son
pocos los lobos y muchas las personas descontentas. Es el eterno problema, el eterno
enfrentamiento.
La
potencialidad del medio:
Enrique Fernández
Domínguez es Ingeniero Técnico Forestal y un experto en lobo ibérico. Su
proyecto fin de carrera versaba sobre la “Evaluación de la disponibilidad de
hábitat para la recuperación de las poblaciones de lobo ibérico (Canis lupus
L.) en la Comunidad de Madrid”. Realizó un arduo trabajo analizando la posible
conectividad de las poblaciones loberas de Castilla y León con la Comunidad de
Madrid, así como los conflictos que ello ocasionaría, las mejoras a realizar y
otros factores a tener en cuenta.
Nos comenta algunas de
las conclusiones de su estudio: “Por un lado, para obtener una recolonización
viable, serían necesarias actuaciones de mejora de la conectividad entre las
principales zonas de hábitat disponible. Además, el consenso de todas las
partes afectadas es imprescindible a la hora de adoptar cualquier medida a
favor del lobo ibérico. Y sería necesario que ese diálogo se mantuviera entre
todas las partes.”
“Para una recuperación
a corto plazo sería importante contar con un sistema de indemnizaciones que sea
lo más eficaz posible. Sin demorar mucho en el tiempo, para que las pérdidas
económicas sean rápidamente repuestas.” Añade.
“Si pretendemos una
recuperación viable y sostenible a largo plazo, entonces se debe contar con una
figura de protección legal, tanto para la especie, como para el hábitat
potencial. Además si queremos que esta recuperación sea definitiva, la
concienciación social es una pieza clave. Sobre todo con ganaderos y
cazadores.”
Para
saber más…
Lobo ibérico (Canis lupus signatus)
Peso:
45–35 kg, machos, y 35–25 hembras.
Longitud: 140–100 cm.
Distribución:
Presente en España y Portugal con dos poblaciones separadas por el río Duero:
la norteña estable; la sureña algo más inestable. Tendencia de expansión hacia
el Este y presencia anecdótica en Cataluña y Madrid.
Ecología:
Único depredador de ungulados de la Península Ibérica. Influye en la selección
natural de las especies junto al control y saneamiento de sus poblaciones.
Ataca y devora a otros cánidos que solapan su territorio como zorros y perros
asilvestrados, así como, ocasionalmente, a animales domésticos y carroña.
Cazador social y
carnívoro generalista de amplio espectro trófico. Único superpredador terrestre
de un incalculable valor ecológico.
Biología:
Celo: Enero-Marzo.
Gestación:
63 días.
Parto:
anual, Mayo; rango Abril-Junio.
Camada:
5 cachorros de media.
Esperanza de vida:
15 años.
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