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miércoles, 3 de febrero de 2021

¿Por qué cazar corzas?

Existen zonas donde la densidad de corzo es tan elevada que supone un problema para la propia especie, las explotaciones forestales, la agricultura y por los accidentes de tráfico que provoca. Por ello, en ocasiones es necesario reducir la población y esto se consigue extrayendo ejemplares de todas las edades y de ambos sexos. A continuación les contamos cuándo y por qué cazar corzas.

3/2/2021 | Texto: Eduardo Pompa / forestcaza.com

Foto: Jara y Sedal 


La caza de hembras a menudo es mal entendida y despreciada, sin embargo, es una herramienta fundamental de gestión para una ordenación correcta de las poblaciones. Además, la dificultad de abatir la hembra buscada hacen interesante el rececho o la espera, presentándose su caza interesante.

Aprovechamiento racional 


El fundamento de una adecuada gestión del corzo es sencillo e igual al de cualquier otra especie de caza: primero deberemos de conocer qué es lo que tenemos y a qué es lo que queremos llegar y, de esta manera, extraer una cantidad anual de individuos acorde a nuestro objetivo.

Es fundamental conocer  la densidad de población de corzo en la zona que queremos gestionar e igualarla a aquella que creemos que el territorio puede soportar. Podemos hacernos una idea de ésta efectuando conteos primaverales y observando grupos familiares a finales del verano.

Otro índice interesante a la hora de gestionar las poblaciones de corzos es el reclutamiento demográfico, que no es más que la cantidad de nuevos individuos que se añaden a la población existente fruto de los nacimientos y la inmigración.

Conocido esto, la regla a respetar consistirá en asegurarse que la extracción anual no sobrepase el rendimiento neto (reclutamiento menos mortalidad), a no ser que la cantidad de corzos sea tal que debamos reducir la población abatiendo algunos ejemplares de más como explicamos a continuación.

Biología y periodo óptimo de abate


Para poder realizar una gestión seria de las poblaciones de corzo es fundamental conocer su biología.
El corzo es un animal solitario o temporalmente emparejado si bien en ciertas épocas forma pequeños grupos familiares. Es un animal territorial sobre todo en la época en la que está permitida su caza en rececho, entre los meses de abril y septiembre, y esto es más acentuado en los machos. La cuerna de éstos cae entre octubre y diciembre y se renueva durante el invierno. Los apareamientos se realizan durante el mes de julio, y es aquí donde se pone de manifiesto la rareza del ciclo reproductor de este cérvido frente al de otros ungulados, ya que ralentizan la gestación hasta el mes de diciembre. Este proceso es conocido como diapausa. De este modo, el embrión apenas se desarrolla en los cinco primeros meses y será a final de año cuando se reactivará a una velocidad normal para hacer coincidir los partos con los meses de mayo y junio, en los cuales la disponibilidad de comida así como las posibilidades de supervivencia de la cría son mucho mayores.

Los corzos muestran una notable prolificidad ya que, al menos dos tercios de las hembras son fértiles al cumplir su año de edad, llegando a parir tres corcinos, aunque lo normal son dos. Esta característica, unida al desarrollo precoz que hace que en ese primer año alcancen hasta el 90% de la masa corporal definitiva, definen al corzo como un animal de desarrollo corporal y fértil rápido.

Hay algunas autonomías que dan permisos para que el control de corzas lo realicemos coincidiendo con la época de rececho de los machos. En mi opinión, son meses en los que los cazadores están más preocupados por hacerse con un buen trofeo que de cumplir con los cupos de hembras.

Además, en esa época es difícil saber si la hembra que hemos escogido está acompañada de la cría del año, por lo que al darle caza estaríamos abatiendo a ambas sin tener en cuenta en nuestros cálculos a la más pequeña. 

En tercer lugar, debemos apuntar que las hembras nacidas el año anterior ya han conseguido un desarrollo corporal tal, que si no se dispone de experiencia en este sentido, es complicado diferenciarlas de otras hembras adultas de más edad. Por lo tanto, va a sernos complicado decidir cuáles debemos cazar en función del estrato de edad y no vamos a poder realizar una gestión seria.

Lo más inteligente sería extraer estas hembras a partir de la segunda quincena de diciembre y antes del descorreado de los machos, meses de marzo y abril. Así, si abatimos una hembra con cría del año, estas ya serán lo suficientemente grandes como para poder sobrevivir sin la madre.

¿Cuántas hembras debo cazar? 


La sobreabundancia de hembras de corzo no repercutirá en una mayor intensidad de multiplicación, como podría esperarse.

La productividad de las poblaciones silvestres de corzo ronda entre el 25 y el 50% de la cantidad de ejemplares adultos. Conociendo esto podemos fijar el número de animales a cazar anualmente como un 10% del total, si queremos que nuestras poblaciones vayan ligeramente en aumento. Sin embargo, si lo que queremos es que la población se mantenga o incluso disminuya algo, podemos elevar esta extracción de individuos hasta el 20 o el 25% del total de individuos.

En poblaciones sanas y con alta capacidad de renovación, los animales con edad inferior a un año suponen aproximadamente la mitad o más del total, y el número de machos y hembras es sensiblemente igual entre ellos, o algo mayor en el caso de hembras. 

La cantidad de animales a retirar anualmente dependerá fundamentalmente de esta pirámide poblacional que debemos intentar no modificar. Por lo tanto, lo más correcto sería cazar animales de todas las edades en proporción a lo anteriormente explicado. 

Así, lo correcto es abatir aproximadamente la misma cantidad de machos que de hembras y dedicar la mayor parte de la extracción a los más jóvenes (en torno al 50% de los precintos).

Si practicamos este tipo de gestión no tengan duda de que la calidad de los trofeos de su coto aumentará, ya que preservaremos buena parte de los recursos alimenticios para los ejemplares de mayor edad que, de otra manera, si no redujésemos el número de hembras y crías, ejercerían una mayor competencia sobre estos recursos repercutiendo en la calidad de la cuerna.

Criterios de selección 

Debemos diferenciar objetivos a la hora de elegir nuestras hembras. Si nuestra intención es la de reducir la población, deberemos fundamentar nuestras capturas en hembras reproductivas, pero si por el contrario nuestra intención es la de mantener el plantel poblacional, intentaremos repartir estas capturas entre los diferentes estratos de edad como comentábamos antes. 

Esto no va ser fácil si tenemos en cuenta que las corzas pueden vivir en torno a los nueve años de edad y son morfológicamente iguales a las de dos o tres años. Con esto quiero decir que en el campo, en condiciones de caza real en las que en ocasiones el disparo se debe de hacer rápidamente, tan solo vamos a poder diferenciar entre jóvenes y adultas.

A la hora por tanto de decidir sobre el disparo, lo haremos sobre aquellas hembras que no estén acompañadas de crías, seleccionado a principios de temporada una de cada tres hembras de menos de un año, en compañía aún de sus madres. Para posteriormente completar el cupo de adultas a finales de invierno, época en la que si confundimos una corza adulta con una cría del año, el daño será menor que si lo hacemos al contrario.

Con la caza de hembras cumplimos con nuestro deber de gestores mejorando la sanidad de la población, a la vez que disfrutaremos sin duda de unos interesantes recechos que entrañarán tanta o mayor dificultad que la caza de machos.

Aprendamos a valorar el lance y olvidémonos por un momento del trofeo, disfrutemos de las bonitas amanecidas de invierno y démosle un buen homenaje a nuestros sentidos. 


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