Copyright © ForestCaza Blog
Design by Dzignine
martes, 7 de abril de 2015

Corzos... ¿En espera?


Cuando pensamos abatir al duende del bosque, nos imaginamos con el rifle al hombro pateando monte y realizando asomadas querenciosas. Sin embargo, existen otras modalidades que, aunque menos practicadas, pueden darnos más de una satisfacción. Una de ellas es el aguardo. Te contamos cómo y porqué practicar esperas para cazar corzos.

7/4/2015 | Texto y fotos: Eduardo Pompa / forestcaza.com


'El corzo se caza con el culo'. Seguro que en más de una ocasión has escuchado esta frase. Y bien es verdad que si dedicamos tiempo a observar el comportamiento de los corzos de nuestro coto, sabremos cuáles son sus territorios y querencias, dónde se encuentran los buenos trofeos y cómo realizar la entrada al ejemplar para que el aire no nos juegue una mala pasada.

Estas esperas con prismáticos en mano es bueno realizarlas incluso en época de veda, para tener controlada la población, e incluso para dar caza a algunos corzos difíciles cuando lo intentamos mediante el rececho.

Antes de elegir la ubicación del puesto
conviene analizar todo el territorio
para saber por dónde se mueve el corzo. / ForestCaza

¿Por qué cazarlos en aguardo?

La pasada temporada corcera un amigo y compañero de afición me contaba que había localizado un corzo impresionante en su coto, pero que no tenía narices a entrarle sin que el avispado cérvido le detectara antes y tomara las de Villadiego. Su territorio se encontraba en una hondonada con un pequeño prado en su interior. Había intentado entrarle en varias ocasiones y por diferentes sitios. En todas ellas había fracasado. Cuando lo hacía desde la parte superior, el aire revocaba y el corzo le ladraba desde el monte tras una pequeña carrera. Cuando lo hacía desde abajo, no podía verlo debido a la densa vegetación hasta que casi estaba encima. Al final, tras varios intentos, tuvo que entrar casi de noche al testero de enfrente y hacerle una espera desde un risco a más de 300 metros para conseguir abatirlo. Necesitó no uno, sino varios días.

Casos como el anterior hacen que las esperas o aguardos se practiquen como una modalidad más en la caza del duende. También puedes optar por ellas si el coto donde pretendes cazarlos no reúne las condiciones necesarias para hacerlo caminando o si nuestras facultades físicas no nos dejan más remedio.

Una modalidad muy efectiva

La caza del corzo en espera o aguardo es una de las más eficaces para practicar la caza selectiva: consiste en situarse en una posición dominante desde donde podamos observar un lugar querencioso. Son típicas las esperas realizadas con vistas a prados de diente donde gusta de alimentarse: campos de frutales, siembras, praderas junto a arroyos... Estos aguardos que realizaremos desde el suelo o bien desde puestos elevados en puntos estratégicos -pueden estos últimos permitir una mejor visualización de la zona donde previsiblemente aparecerá el corzo- aunque la mayoría de las veces no será necesario y con una simple silla plegable y un trípode, podremos apostarnos en el lugar elegido.


Típico lugar desde el que realizar una espera: atalaya con vistas a prado de diente junto a

rivera y vegetación asociada como: esparceta, zarzas, majuelos y otros. / ForestCaza

Acércate al puesto con precaución

Si meses antes de la apertura de veda hemos observado a los animales y sabemos bien dónde están aquellos a los que queremos dar caza, el día que vayamos a realizar la espera sabremos con exactitud cuál es el sitio idóneo hacia el que dirigirnos. Una vez en el campo, lo primero que debemos hacer es comprobar la dirección del viento. Siempre debemos asomarnos a la zona donde realizaremos la espera con el aire de cara. Si esto no es posible, lo haremos de modo que llegue lateralmente, evitando siempre que nos dé en la nuca. Si nada de esto es posible, lo mejor es que elijamos otra zona de caza ese día, pues en cuanto intentemos entrar en el territorio del corzo que buscamos, éste nos detectará con antelación y ni siquiera llegaremos a verlo. 

También es importante entrar sigilosamente al lugar elegido, pues existe la posibilidad de que el corzo que esperamos abatir se encuentre ya en el prado o siembra y lo espantemos. Caminaremos despacio efectuando pequeñas paradas para escuchar y observar con los prismáticos si hemos levantado con nuestra entrada algún ejemplar.
Las posiciones elevadas siempre  son
ventajosas, ya que nos permiten observar
mejor el terreno por el que aparecerá el
duende del bosque. / ForestCaza

Si conseguimos llegar hasta el lugar elegido sin ser vistos ni oídos, nos colocaremos en una posición cómoda, ya que quizá tengamos que esperar sentados durante unas cuantas horas. También es importante preparar un buen apoyo: yo suelo utilizar un trípode que fabriqué artesanalmente con tres varas de avellano, pero también podemos utilizar elementos del medio como muros de piedra o ramas de árboles sobre los que colocaremos el morral. Si tenemos la suerte de que nuestro objetivo entra en la zona de disparo, intentaremos efectuarlo con la suficiente precisión como para no dejarlo herido.


Así es más fácil valorarlo

Una de las grandes ventajas de estos aguardos es que una vez aparezca podremos observar al corzo con mayor detenimiento que durante un rececho, en el que puede haber advertido nuestra presencia y estar bajo aviso. En una espera el duende del bosque desarrolla su comportamiento con naturalidad ofreciendo la oportunidad de hacer una detenida y correcta valoración del trofeo, del estado sanitario del animal y de otras características que nos ayuden a determinar si merece la pena abatirlo.
Joven ejemplar detectado durante una espera. / ForestCaza

¿A qué hora le espero?

Los aguardos de tarde suelen ser mejor que los de mañana, ya que al amanecer el corzo realiza recorridos más largos y utiliza más el monte como protección, mientras que por la tarde sus movimientos son más decididos y encaminados hacia los lugares de forrajeo.
Observamos a través del visor de nuestro rifle un ejemplar localizado durante una espera. / ForestCaza

¿Cazar corzos en invierno?

Hay comunidades en las que se permite cazar el corzo hasta noviembre, pero ¿sería recomendable permitir hacerlo en los meses siguientes? En diciembre y enero comienzan a descorrear los machos más viejos, entre ellos los que deberían ser eliminados por senectud y el decaimiento de su cuerna y otros que por su calidad y fortaleza corporal han desarrollado los mejores trofeos. Si cazásemos un corzo descorreado en esta época nos aseguraríamos que estamos en alguno de los dos casos anteriores y no nos dejaríamos encandilar por una cuerna juvenil. Además, es en esta época cuando se redefinen los territorios y estos podrían ser ocupados con facilidad en caso de abatir cualquier macho. Obviamente esto no ocurre en toda España, pero si en algunas sierras, y es allí donde no sería descabellado llevarlo a cabo.

Por otro lado, y bajo nuestro punto de vista, la segunda quincena de diciembre sería la época más adecuada para hacer gestión y equilibrar las densidades de machos y hembras, haciendo uso de los precintos de estas últimas que la administración nos haya autorizado. Ya que si abatimos una con cría del año, esta ya será lo suficientemente grande como para poder sobrevivir huérfana, al contrario de lo que sucedería si hacemos lo mismo durante la primavera.

Hembra alimentándose en un prado durante la primavera. /ForestCaza




Asesoría e Ingeniería Cinegética y Forestal

Tel. 91 028 99 06 / 685 198 167. Fax. 91 217 80 26

info@forestcaza.com

miércoles, 11 de marzo de 2015

El Lobo en la Comunidad de Madrid

A mediados de octubre los medios de comunicación anunciaban la aparición del cánido en territorio madrileño. Ya en 2012 la Asociación Naturalista Carpetania grabó las andanzas de siete ejemplares, desde entonces, según aseguraban, había habido varios avistamientos, aunque se pensaba que el lobo no estaba totalmente establecido. Sin embargo, parece que ha venido para quedarse. Hemos decidido interesarnos por su situación actual en la sierra madrileña y la potencialidad del medio para albergar futuras poblaciones.

11/3/2015 | Texto: Eduardo Pompa.

A lo largo de los años han corrido auténticos ríos de tinta sobre el lobo y su ancestral enfrentamiento con el hombre. Enfrentamiento, que casi se salda con la total desaparición del cánido en nuestra Península Ibérica. A día de hoy, gracias a su protección y la prohibición de su caza en ciertas zonas, unida a otros factores no menos importantes, han permitido multiplicar las poblaciones loberas llevándolas a colonizar zonas de nuestra geografía en las que hacía décadas que brillaban por su ausencia.
En la capital española, el lobo se extinguió en los años cuarenta. Bien es verdad que en 2007 eran varios los vecinos, ganaderos, cazadores y otros, quienes aseguraban haberlo visto en territorios de la capital española. Parecía que alguna manada realizaba alguna que otra incursión, pero no fue, como comentábamos, hasta 2012 cuando pudieron grabarse en vídeo siete ejemplares: dos adultos, un subadulto y cuatro cachorros en el Valle madrileño del Lozoya. Dichas imágenes, demostraron que por primera vez en 70 años, el lobo se había reproducido en Madrid. Lo que no estaba constatado es que el Canis lupus se hubiera establecido. Ni siquiera la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio tenía constancia de la existencia de este grupo en ese entorno.
Técnicos de la administración decidieron instalar cámaras de fototrampeo para intentar obtener pruebas concluyentes y saber si realmente, nuestro amigo el lobo, había decidido venir, pero esta vez para quedarse. Y así obtuvieron los vídeos publicados el pasado mes de octubre en los que pueden verse dos machos, una hembra y tres lobeznos del año. Los nuevos avistamientos de la manada con sus crías no deja lugar a dudas: los cánidos están a sus anchas en la zona y han escogido este territorio para vivir.
Estamos de enhorabuena, pensé al ver la noticia, sin embargo, mi alegría se veía empañada tras leer las declaraciones del actual Consejero de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid Borja Sarasola: “Podemos decir que el lobo ya es una parte más del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama” “"Son indicadores de que la Comunidad tiene una biodiversidad extraordinaria y está consiguiendo que especies que ya no podían vivir en una zona tan densamente urbana como Madrid vuelvan a hacerlo. La llegada del lobo en Madrid es una expresión de que hemos llegado a un punto de máxima protección de los espacios naturales" Estamos de acuerdo en que hemos llegado a un punto de máxima protección en la zona del Parque Nacional (y tanto, de todos es conocida la absurda política a seguir en este tipo de Parques no estando permitida la caza deportiva), pero de ahí, a que ello haya influido en la vuelta del lobo a Madrid hay un abismo. Sobre todo si tenemos en cuenta que los lobos, ya merodeaban por la capital madrileña mucho antes de declararse el nuevo Parque Nacional.
El actual Consejero, añadía: "Quiero hacer un llamamiento a los ganaderos y los que puedan tener cierta preocupación por la reintroducción de esta especie en la región" De momento, son sólo pocos ejemplares, o eso es lo que parece, por lo que ha lanzado un mensaje de "tranquilidad" a los ganaderos ya que, según indicaba el titular regional de Medio Ambiente, "no tienen ninguna necesidad de ir a las cabañas ganaderas porque tienen su alimento en el Parque Nacional". Creo que Sarasola desconoce la biología del lobo ibérico, quien prefiere atacar una oveja o un ternero antes que un jabalí o un corzo, animales mucho más esquivos para él. De todos modos no hay por qué alarmarse. Lo único que debe hacer es cerciorarse de que una vez comiencen a producirse nuevos daños a la cabaña ganadera (no es un caso hipotético, ya el año pasado gastaron 6000 euros en compensar ataques de lobos a ovejas en la capital española), lo hagan de una manera rápida y eficaz, o por el contrario, como lamentablemente ha pasado y pasa en otras Comunidades Autónomas, serán los propios ganaderos quienes, cansados de esperar meses e incluso años el ingreso de la correspondiente indemnización, tomen la justicia por su mano.


El testimonio de cazadores y ganaderos:

Javier del Pozo pertenece a la Sociedad de Cazadores de Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias (LONASI), municipios situados en el madrileño Valle del Lozoya. Cuando le preguntamos por el lobo responde con sinceridad: “No es raro verlos. Desde hace algunos años es muy normal que algunos se vean durante las batidas de jabalí de los pueblos de la zona. Aunque existe un cierto recelo a decir las zonas donde se suelen ver”. Él ha sido quien nos ha puesto en contacto con su tío José Antonio Hernanz, alcalde de Lozoyuela, quien nos cuenta su primer encuentro con el lobo: “Fue hace ya unos tres años. Recuerdo que fue uno de los últimos jueves de mes que permitimos ir a la menor. Estaba cazando con mis perros y noté un extraño comportamiento en ellos. De repente, algo más alejado, vi un animal parecido a un zorro que huía de la zona en la que yo me encontraba y una vez se alejó unas decenas de metros, giró y se quedó parado en lo alto de una piedra, mirándome. Fue cuando me di cuenta que realmente era un lobo. Además vino a mi cabeza el recuerdo del daño que sufrió un pastor del pueblo, al que días antes habían matado algunas ovejas.”
El ganadero del que nos habla el Alcalde se llama José Manuel Rodríguez, el cual nos relata cómo fueron los primeros ataques “Hace ya unos tres años encontré varias ovejas muertas. No sabía qué podía ser. Cada noche me mataba 6 o 7. Al final tuve que encerrarlas diariamente. Si no, no me deja una”. Le pregunto si denunció los hechos y si está seguro que era el lobo. Me asegura haberlos visto, pero no llegó a denunciar. Solucionó el problema encerrándolas cada noche. Me habla de muchos otros ganaderos cuyos terneros u ovejas han sufrido ataques: “Si quiere le doy el teléfono de Ángel de Paredes de Buitrago, o de otro chico de Oteruelo, que también te puede contar algo”. Parece que los ataques no son algo esporádico. Llamo a Ángel García. Se desahoga conmigo contándome los ataques que ha sufrido y el malestar provocado por la falta de eficacia de la Administración: “Tengo puestas siete denuncias por ataques de lobo al ganado. Y aunque he llegado a cobrar los animales en casi todas las ocasiones, hemos recibido el dinero casi un año después. Yo como todos los días ¿sabe? Además me exigen sacar un seguro. Como yo digo: si tengo que pagar un seguro, pagar a Hacienda, alimentar a los animales, etc. para que luego el lobo los mate y no cobrar hasta pasado un año. ¿De qué vivo yo ese año?”
No es un caso aislado. A la par que voy hablando con ganaderos, alcaldes y cazadores de la zona, ellos mismos me ofrecen el teléfono de muchos otros. Hablo por último con Rufino Ruiz González del municipio de Lozoya. “He recibido ataques al ganado en 2009, 2010 y 2011. En 2010 me mataron 25 ovejas”. Cuando le pregunto cómo sabía que eran lobos y no perros asilvestrados u otros, ríe y asegura: “Mire usted. El lobo me mataba las ovejas ¡delante mío! Esto que le voy a contar ya se lo dije a los de Madrid (se refiere a los Técnicos de la Administración): Era uno más grande y otro más chico. Bajaban del monte al rebaño a diario y me las mataban y se las llevaban delante mía. Yo les daba voces y les intentaba asustar con una vara, pero no había manera. Ahora he tenido que criar tres mastines, que me cuestan un dinero mantenerlos, ¿sabe?” Para corroborar las afirmaciones de Ángel, el ganadero de Paredes, le pregunto a Rufino si ha recibido algún dinero por esos ataques. “Casi todos hemos cobrado. El problema es que nos exigen tener un seguro y declarar el daño antes de 48 horas. No sé si usted sabe algo de campo, pero ya le digo yo que con las ovejas es más sencillo, pero si le matan un ternero de una vaca que anda en la sierra igual no te das cuenta hasta pasados unos días y es probable que no encuentres ni el ternero siquiera. ¿Cómo quieren que estemos contentos si son pérdidas por todos lados?” Su compañero Victorio también ha sufrido ataques a terneros.
Como comentamos aún son pocos los lobos y muchas las personas descontentas. Es el eterno problema, el eterno enfrentamiento.


La potencialidad del medio:

Enrique Fernández Domínguez es Ingeniero Técnico Forestal y un experto en lobo ibérico. Su proyecto fin de carrera versaba sobre la “Evaluación de la disponibilidad de hábitat para la recuperación de las poblaciones de lobo ibérico (Canis lupus L.) en la Comunidad de Madrid”. Realizó un arduo trabajo analizando la posible conectividad de las poblaciones loberas de Castilla y León con la Comunidad de Madrid, así como los conflictos que ello ocasionaría, las mejoras a realizar y otros factores a tener en cuenta.
Nos comenta algunas de las conclusiones de su estudio: “Por un lado, para obtener una recolonización viable, serían necesarias actuaciones de mejora de la conectividad entre las principales zonas de hábitat disponible. Además, el consenso de todas las partes afectadas es imprescindible a la hora de adoptar cualquier medida a favor del lobo ibérico. Y sería necesario que ese diálogo se mantuviera entre todas las partes.”
“Para una recuperación a corto plazo sería importante contar con un sistema de indemnizaciones que sea lo más eficaz posible. Sin demorar mucho en el tiempo, para que las pérdidas económicas sean rápidamente repuestas.” Añade.
“Si pretendemos una recuperación viable y sostenible a largo plazo, entonces se debe contar con una figura de protección legal, tanto para la especie, como para el hábitat potencial. Además si queremos que esta recuperación sea definitiva, la concienciación social es una pieza clave. Sobre todo con ganaderos y cazadores.”


Para saber más…

Lobo ibérico (Canis lupus signatus)

Peso: 45–35 kg, machos, y 35–25 hembras.

Longitud: 140–100 cm.

Distribución: Presente en España y Portugal con dos poblaciones separadas por el río Duero: la norteña estable; la sureña algo más inestable. Tendencia de expansión hacia el Este y presencia anecdótica en Cataluña y Madrid.

Ecología: Único depredador de ungulados de la Península Ibérica. Influye en la selección natural de las especies junto al control y saneamiento de sus poblaciones. Ataca y devora a otros cánidos que solapan su territorio como zorros y perros asilvestrados, así como, ocasionalmente,  a animales domésticos y carroña.
Cazador social y carnívoro generalista de amplio espectro trófico. Único superpredador terrestre de un incalculable valor ecológico.

Biología:

Celo: Enero-Marzo.

Gestación: 63 días.

Parto: anual, Mayo; rango Abril-Junio.

Camada: 5 cachorros de media.

Esperanza de vida: 15 años.